
La Esencia de la Sabiduría Perenne: Un Legado Inmutable para el Alma
La Tradición Perenne no es una simple forma de vida, ni un conjunto de reglas morales, ni siquiera un modo de pensar que nos dicte cómo vivir. Su alcance va mucho más allá de las épocas, de las modas sociales, de sus éticas y estéticas cambiantes. Es, en su núcleo, un conocimiento espiritual de naturaleza trascendente, tan omnipresente como el aire que respiramos, capaz de permear cada aspecto de la existencia.
En su sentido más puro, la Tradición es un saber primigenio, de principios eternos y de origen no humano. Se ha transmitido de forma ininterrumpida, de maestro a discípulo, de boca a oído, a lo largo de toda la historia de las civilizaciones. Imaginen una “cadena de oro” inquebrantable que, sabemos, llegó hasta la época de Platón y cuyo inicio se remonta nada menos que al génesis de la humanidad, a nuestros primeros padres.
A este conocimiento profundo y atemporal se le ha llamado de muchas maneras: Gnosis, Hermetismo, Sabiduría Perenne o Prisca Sapientia, entre otros.
La Tradición Primordial no puede “evolucionar” con el tiempo, porque es un conocimiento “eterno”. Esto significa que permanece inmutable, ajeno a los vaivenes del espacio y el tiempo que rigen nuestro universo. La Gnosis nos conecta con una verdad trascendente que va más allá de los límites del lenguaje y de las formas creadas. Fue entregada a los seres humanos, sí, pero su existencia no depende de ellos.
Por esta razón, nada puede ser quitado ni añadido a la Tradición. Contrastémosla con el racionalismo cartesiano, que basa su progreso en la acumulación de componentes observables para expandir el conocimiento del universo aún desconocido. Al ignorar las relaciones ocultas entre estas partes que va descubriendo, el racionalismo solo logra una expansión horizontal y superficial, alejándose cada vez más del centro fijo e inmutable que la Gnosis representa.
Que quede claro para todos: la Tradición es, sobre todo, un conocimiento vivo que contiene en sí mismo la sabiduría y el principio vital de toda la creación. Es una fuente de vida que se “renueva” y “renueva” libremente. No tiene nada que ver con esas visiones rígidas y dogmáticas que confunden la letra muerta del pasado con la alegría y la vitalidad pura del Verbo eterno.
Emanuel Mari
